
Conocí a un hombre, hace algún tiempo, que daba sacudidas. Así, sin más.
Era igual si existía confianza. Era igual si te conocía.
Decía que tenía una sensibilidad especial. Que percibía cosas. Que sabía lo que necesitabas escuchar para provocarte actuar.
Las sacudidas no eran físicas, obviamente. Aunque a mí consiguieron moverme de lugar. Concretamente, de todo aquel que estuviera demasiado cerca.
Ese atrevimiento en decir y opinar, más desde su supuesta sabiduría que teniendo en cuenta la predisposición del otro a escuchar, pudo con mi paciencia y con mi comodidad.
He metido varias veces un pie -y en ocasiones … Leer más