A veces no es tu tren

San Francisco

Uno de mis secretos poco confesables es que tengo la costumbre de leer todo lo que pasa por delante de mi vista referente a psicología y crecimiento personal… Y digo poco confesable porque no solo leo libros (que también) sino que no me pierdo ni un post de blogs mal escritos, que lo que dicen a veces no se coge ni por los pelos… Y la cosa no termina aquí porque, normalmente, si me son favorables les hago caso.

Hace poco leí uno de esos que daba cuatro leyes  básicas de supervivencia emocional.  Y, entre muchas ideas recurrentes, hablaban del poder de las señales y la intuición. Yo soy una persona con mucha intuición, demasiada para las pocas veces que le hago caso, y pensé que por dejarme llevar por las señales durante un día tampoco era un sacrificio extremo.

Todas las señales apuntaron que no debía coger el tren de siempre.
Salí de casa unos minutos antes que de costumbre pero no importó demasiado. Cogí todos los semáforos en rojo, no encontré ningún hueco para aparcar en las tres calles dónde a esas horas siempre sobran y, cómo colofón, mi billete de tren se fue volando justo después de pasarlo por la máquina. Cuando lo recuperé el tren todavía estaba en el andén. Tenía unos tres segundos para subir y si corría era muy posible que lo consiguiera. Pero todas las señales apuntaban que ese no era mi tren.

Tiempo después, al salir del andén del metro, escuché una dulce e inusual melodía que venía del túnel subterráneo. De ese túnel solo sale algún berrido y por las tardes. La única melodía que se escucha por las mañanas es el ruido de nuestra prisa a través de los zapatos. Poco a poco fui descubriendo a la autora de tal dulzura, una señora de unos cincuenta años, recatada, que movía los dedos con mucha gracia. Pensé en como tiene que irte la vida para terminar vendiendo tal arte a precio de ganga, pero la prisa de mis pies me había alejado demasiado. Iba con un tren de retraso y el tiempo justo y pensé que la próxima vez haría una simbólica donación a la artista.

Por la tarde pasó igual, se me escapó el tren por no encontrar el billete a tiempo. Pero eso me permitió sentarme (casi imposible a esas horas) y perderme por la  pantalla del kindle mientras la gente que me rodeaba jugaba al candy crush.
A la mitad del trayecto subió un músico y yo vi mi segunda oportunidad del día. Cerré el kindle para dedicarme exclusivamente a escuchar… ya sabéis eso del mindfullness y de mi adicción a los posts de crecimiento personal y demás, ¿no?

En el momento que vi su mirada y el taburete ligado al amplificador supe que le daría dinero.  Se paró delante de la puerta contraria a la salida. Sacó su guitarra de la funda, montó el amplificador, el taburete, se sentó y empezó a afinar las cuerdas de su guitarra. En ese momento a mi ya me tenía totalmente ganada. Solo sufría porque me quedaban 3 paradas para bajarme y quería poder escuchar una canción entera.
No la pude ni empezar a escuchar. Cuando iba a arrancar a tocar, subieron al tren dos guardas de seguridad. Él se levantó, guardó su guitarra en la funda, plegó el taburete, lo ató al amplificador y se preparó para bajar a la siguiente parada.

Él se quedó sin mi dinero. Yo me quedé sin su arte.

Da igual que te empeñes y le pongas voluntad. A veces no es tu tren. Y cuando pasa esto lo mejor es coger los bártulos e irte a otra parte.

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