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Amores tóxicos I
Coticé media vida laboral en una sucursal bancaria. Entré en el atisbo de su época dorada y renuncié junto al derrumbe de sus estructuras. Un ciclo entero.
No te engañaré si te digo que me ha costado años procesar lo vivido. Estaba envuelta en gris y me sentía mal. Pero como pasa a menudo, la distancia que acompaña al tiempo ayuda a separar el grano de la paja. Al mirar atrás, ahora sonrío más veces.
Lo mejor de aquella época eran las personas que llenaban mis días con sus historias. Para aprender, nada mejor que estar a pie de calle.
Victoria y José eran una pareja de ancianos de las de toda la vida. Pero de las que se quieren mal. Él pasaba ratos en el bar mientras ella cuidaba de su huerto y sufría del corazón. Sí, del órgano físico también. Qué sabio es nuestro cuerpo, ¿verdad?
A veces terminaba ingresada unos días en el hospital. Días que José aprovechaba para cambiar la barra del bar por timbas de poker en el salón.
Ella sabía que no recibiría sus visitas. Puede que ni siquiera esperara que él la fuera … Leer más -
Mis primeros veranos
Y un día lo dejas de hacer. Una omisión calmada. Como cuando, sin darte mucha cuenta, el bote de Colacao hace semanas que no ocupa su espacio en tu armario. En silencio.
Hace media vida pasaba mis veranos aquí. Los recuerdos ocupan ya un frasquito pequeño. El perfume es más intenso y cada gota invade todo mi ser.
Abro este y huelo a familia. A la mano de mi abuelo al acompañarlo a comprar leche de la “vaca rossa”. A mi abuela y su “a les 12 a misa!”. Al olor a leche hervida que impregnaba toda la casa y te quitaban las ganas de desayunar. Al “Es fa saber” seguido de información importante (y no tanto) que escupía el campanario dos veces al día.
Vidas enteras en la plaza, comiendo pipas por la tarde y cañas de chocolate antes de ir a dormir.
A muchas primeras veces. Lluvia de estrellas, horas eternas de fútbol, piscinas de agua helada, excursiones, cenas…
Lluvias de agosto cada tarde, festa major, el farolillo, tardes de polideportivo jugando a cartas y noches de bar jugando al duro. “Ball a la plaça”.
En la vida … Leer más -
La selección natural…
Pasé el verano del 94 haciendo un curso de mecanografía. No tuve opción.
En mi época extraescolaril pude elegir un sinfín de opciones: danza jazz, piano, cocina, manualidades… Pero la mecanografía fue innegociable. Como el inglés, of course.
Creo que nada me ha servido igual; ni aprender a rebozar los libritos de lomo. Soy una hacha, de verdad. Una auténtica crack. Aunque tengo que revisar lo escrito, mis dedos vuelan.
A veces, cuando tomo conciencia de ello llamo a mi madre para agradecerle ese aburridísimo curso en el que no hice ni un amigo. Fue imposible. Sin un horario fijo, nunca coincidías con las mismas personas. Pero era igual. Te pasabas toda la hora enchufada a unos cascos que te repetían una y otra vez el orden a seguir: “QAZ, WSX”. Imposible socializar, de verdad.Supongo que para compensar mi destreza, soy malísima escribiendo desde el móvil. Tan mal que me acaba invadiendo la desidia y claro, luego es peor. Si no puedo hacer notas de voz (o vídeos), mis aportaciones a las conversaciones acostumbran a ser un “jajaja”, cuando no pongo uno de los últimos emoticonos utilizados.
El otro … Leer más
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Demasiado
La pizzería de mi barrio ya me ha confirmado que esta temporada no van a hacer su especial con higos porque dicen que no les sale a cuenta. Demasiado trabajo.
De nada han servido mis alegatos sobre la subjetividad de tal adverbio. Para bien o para mal, y aunque a veces algo desequilibrada, la vida es una balanza y casi todo tiene un precio. Si hablamos de higos, lo tiene. Y yo estoy dispuestísima a pagarlo. Pero ni así.
“Demasiado” es muy relativo. A mi siempre me sobra queso en la pasta y tengo un amigo para el que nunca es suficiente. Vic me parece muy lejos pero ya me veo haciendo la maleta para Londres.
Creo que cada uno tenemos nuestro propio equilibrio, pero siempre podemos llegar a ceder la balanza hacia un lado. Es cuestión de conocer qué es lo que necesita cada uno para conseguir ese contrapeso.Pero la verdad es que nunca es demasiado pronto para volver a ver a algunas personas, nunca demasiado tarde para un último baile, ni demasiado lejos para respirar mar.
Eso sí, en mi barrio, este año, nos quedamos sin la … Leer más
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Mi otra yo…
De vez en cuando recibo emails destinados a una persona con quien comparto nombre, pero no dirección de correo electrónico.
Marta, mi Marta, es italiana. Y mientras yo estoy en mi casa, todavía medio enferma y escribiendo esto, ella está paseando por las calles de Bologna. Si su tren no ha salido con retraso, claro.
Me gusta saber que al menos una de las dos disfruta de su tarde. Pero puede que no, puede que ella tenga un mal día y no valore ese entorno que a mí me es desconocido y desearía visitar. Barcelona es preciosa y a veces yo también termino un poco harta de ella.
A lo mejor se queda unos días, porque no tiene billete de vuelta. O puede que regrese a Milán en coche con Marco, su pareja/amigo con derechos.
Sí, es milanesa. Aunque por sus compras no creo que entienda mucho de moda. Ese mito que los milaneses llevan la elegancia en su ADN es solo eso, un mito. De verdad, lo he verificado de primera mano (aludidos vía email).
A Marta, Milán le gusta lo suficiente como para echar raíces y está pensando … Leer más