
Ni la cara, ni las piernas. Ni siquiera en los pies.
Lo que de verdad me eleva hasta el cielo es un buen masaje en la espalda.
Podría pasarme un día entero boca abajo, notando el deslizar de unas manos untadas por mi piel. No me cansaría jamás.
Sintiendo la presión adecuada en cada músculo, pliegue y nudo. Ni muy fuerte ni demasiado suave.
Resiguiendo de arriba a abajo mi columna vertebral.
La mente desconecta, pero mi cuerpo conoce de memoria cada trazo que recibirá. Incluso sabe detectar la mínima señal que indica que se acerca el indeseado final.
Esa … Leer más