Cuidado al pulir

Instagram me recuerda que hoy hace un año de la última obra de teatro que fui a ver. La foto es muy regulera pero se me ve feliz. 

Un año sin teatro y sin mis amigos teatreos (con sus cenas, con sus risas, con sus cosas…). Casi un año sin mar. Sin viajes, sin cine (es lo que tiene el confinamiento municipal). Y no es que me falten abrazos, es que llevo más de un año sin ver a personas importantes. Un año un poco de “qui dia passa, any empeny”. De ir tirando, de “da igual”.

Qué sí… qué cambios y oportunidades, que resiliencia y sostener. Que si hay salud “date con un canto en los dientes”. Pero es que a veces tengo tantas ganas de todo que no me caben en el cuerpo, y otras me siento tan vacía que oigo el retumbar de mis latidos.

Hace un par de veranos, en lo que -asumidísimo está- era otra vida, hice un curso de cerámica en torno de alfarero. Relajante a más no poder. 

Para los que no conozcáis el procedimiento, la pieza se hace en dos veces. En la primera, pasas de un bloque a la pieza, dándole forma con las manos. 
Después llega el turno de pulir, de embellecer, de crear curvas y quitar peso. La gruesa base resultante se debe vaciar por dentro y estilizar por fuera, creando forma para que se aguante. Con el torno en movimiento, el vaciador va soltando las virutas sobrantes mientras con la otra mano acaricias la suavidad de la pieza, intentando adivinar el grosor que va quedando.

Viene de segundos. Si te pasas, se rompe. Puedes no arriesgar y dejarlo con grosor. Pero si vas haciendo, si te confías, si te adormeces con el suave tacto de la pieza… pam! 

En las relaciones, con las personas, pasa igual. A veces no controlamos ese roce al pulir. Nos pensamos que estamos embelleciendo hasta que lo rompemos. No detectamos que estamos yendo demasiado lejos. Porque la verdad es que puedes vaciar y vaciar, y que no pase nada. Pero decidir hacer una última vuelta de torno, aunque sea lenta y con una presión débil, puede romper fácilmente una base demasiado fina. Una mala elección. 

Y bueno, hoy al ver esta foto he pensado que no solo pasa en las relaciones. Que también aplica a la sociedad. Y que no sé cuántas vueltas de torno llevamos ya y cuánto grosor nos queda.

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