
Lo mío con el derecho no era vocacional. He pisado la Audiencia Provincial de Barcelona una sola vez, pero te aseguro que no fue un martes cualquiera.
Poco sabíamos nosotras, al engullir aquél rápido desayuno, que la invitación de nuestra profesora a uno de sus juicios tendría tal jugosidad. Durante ese día, desfilarían por la sala de lo penal los testigos implicados en el desmantelamiento de una red de tráfico de drogas gracias al chivatazo de la pareja de uno de los acusados. Ni en la tele encontrarás más salseo del que se atisbaba en esa sala.
Dedicamos todo el santo día a escuchar un sinfín de hombres uniformados relatando cómo se llevó a cabo tal operación. Ni comimos, esperando la aparición estelar de nuestra heroína. ¿A quién le importa un menú barato cuando estás a punto de conocer a la mujer causante de tal alboroto?
Hace poco escuché que a la mente le cuesta mucho tolerar el vacío. Necesitamos llenar la incertidumbre para sentirnos seguros. Y dependerá de nuestras creencias e inseguridades qué pensamientos acaben ocupando esos huecos desconocidos: por qué no nos han devuelto la llamada, qué le habrá pasado…
En ese caso de narcos y burdeles, nosotras necesitábamos a una mujer empoderada. Que lo femenino fuera causa y resultado. Valentía, empuje y acción.
Pero nuestra heroína resultó ser una mujer llena de miedos y con historial de malas experiencias en relaciones. Al ver que su actual pareja repetía el mismo patrón, empezó a preocuparse. Y puede que Google ahora lo sepa todo, pero antes no. Ella saciaba sus dudas con llamadas anónimas a la policía, preguntando posibles supuestos. Y bueno, que las cosas van como van, pero si llamas cada día al final saltan las alarmas.
Te mentiría si no te contara que en ese momento fue una desilusión. No vimos ni voluntad, ni empuje. Pero la vida pasa y aprendes. Aprendes que somos diferentes, que no todos partimos de la misma línea. Y que, al fin y al cabo, ese gran miedo que la habitaba, también la empujaba a la acción, aunque fuera buscando conocimiento. Eso también es valentía.
Y aprendes también que llenar vacíos a veces te lleva muy lejos de la realidad. Aunque cueste, vale la pena preguntar para poner luz. En todo.