El año que nada podía

San Francisco

Poca gente conozco a quien le haya gustado este año. Dicen que es por el 13, amigo de nadie. A diez minutos de matarlo una comensal de la mesa de fin de año intentaba explicarle, sin demasiado éxito, a un bombón de dos años que tocaba comerse las uvas ya porque no aguantaba tanta amargura. Y sé de otro bombón que ya quería darle carpetazo a mediados de septiembre.

Hay una sensacion generalizada de que ha sido el año del no puedo más, el año del nos toman el pelo, el año del esto no hay quien lo levante. Es un año que huele a tristeza, a apatía. Lo malo en macro se come a lo bueno en micro. Tengo amigos que han sido padres primerizos, pero es que en el trabajo todo está tan mal… O amigos que lo han dejado todo para montar su negocio soñado, pero es que cuesta tanto salir a flote… Es el año de los peros.

Y si, la gente está mal, la sociedad está apática, la economía no se despierta, el país se rompe (y por suerte alguno se levanta), los políticos nos toman el pelo más que nunca,… pero en la individualidad, al menos la gente que me rodea, se ha vivido el año de la valentía, el año del poder más que el miedo.

Mi 2013 parecía el año que nada podía y lo ha podido todo. Ha roto el gris para poderlo pintar de colores. Me ha dado valor para cambiar lo que no me gustaba. Ha roto lazos, algunos para bien, otros para mal. Me ha acercado personas que me animan el alma. Me ha traído malas experiencias para que pueda aprender y tristeza para que valore cada risa. Me ha devuelto la ilusión en muchas cosas y las ganas de hacer. Y me ha llevado a la otra punta del mundo.

No ha sido un buen año. Ha sido un año de cortar raices y de arreglar la tierra para poder empezar a sembrar. Ha sido un año de cambios, de muchos cambios. Y, sobre todo, ha sido un año para desaprender.

Para el 2014 pido que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena (Sabina)

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