Quien me conoce sabe que siempre voy móvil en mano fotografiándolo todo. Me encanta. Soy una adicta Instagram.
Hay gente que sin ser fotógrafo son verdaderos artistas.
Es difícil no sacar una fotografía espectacular cuando un cielo impresionante te lo pone fácil. Sólo hace falta estar allí y alguna buena aplicación hará el resto. Pero hay gente que tiene un don para ver hacer las cosas bonitas; con un café amargo y medio trozo de pastel sobre un fondo blanco te transmiten en seguida placer y tranquilidad.
Yo soy muy de cielos y de soles, pero lo que de verdad me tiene robado el corazón son todas esas mesas llenas de cosas riquísimas, y todas esas sábanas con tazas de café, calcetines, desayunos y libros.
La mitad de mi feed está llena de cosas bonitas y por eso me extrañó cuando, el otro día, una de mis ídolos inspiracionales colgó una frase de esas ñoñas y tristes sobre pasar página. No le dí importancia, yo también tengo momentos de debilidad (mis cuentas en las rrss pueden dar fe de ello y creo que este blog tampoco se queda corto…), pero la segunda vez me empezó a crecer la curiosidad (poco difícil en mi).
Cuando entré en su perfil vi que últimamente se me habían pasado algunas imágenes más de este estilo. Me supo mal, no tengo un Máster en desamor pero un grado medio creo que ya sí, y se pasa mal. Y cuando lo publicas en algún sitio es porque a lo mejor quieres que la persona lo vea y esto… esto es todo un bucle.
Seguí mirando y vi que, entre tanto arte que sólo podía transmitir sensaciones placenteras, se iban intercalando tristes mensajes de añoranza. Al fijarme en las fechas me di cuenta de que algunos eran muy antiguos y pensé ¿realmente lleva tan intensamente tatuado ese amor que no se lo puede sacar o es que esa persona vive en un eterno estado de desamor que va saltando de persona en persona?
Y luego pensé que no sé cual de las respuestas era más triste, si amar tanto y durante tanto tiempo a alguien que no te ama, o si enamorarte siempre de la persona equivocada. Pero la verdad es que da igual. Es como estar jugando a la Oca, no importa si estás tres tiradas sin jugar en el pozo o si caes eternamente en la casilla de la calavera y tienes que volver a empezar, no llegar al final amarga igual.
La persona o personas que no corresponden a esta artista se están perdiendo una persona con una sensibilidad brutal. Pero ya se sabe, el amor no entiende de razón.
PD: La fotografía del post es una de mis imágenes recurentes de desamor. Sí, yo soy más de cielos que de frases.
«No llegar al final amarga igual», dices. Pero es que se trata de otra cosa. Ni finales ni principios, sin metas u objetivos. Raramente hay una meta conscientemente alcanzada cuando de la sinrazón del amor se trata. No hay balances que valgan, ni debe ni haber. Sólo la sensación evaporada de haber sido feliz un tiempo, y la esperanza de de volver a serlo, aunque ello implique dolor por el camino y una manada de recuerdos que pisotean la tundra que rodea el alma. Habrá valido la pena. El dolor, la pena, y el desamor. Pesarán gravosas las experiencias vividas con otra persona, y nuestra condena a recordarlas en solitario. Sólo el que ha conocido la felicidad es capaz de sentir una tristeza profunda. Así que no le compadezcas.
Estoy de acuerdo a medias con todo lo que dices.
No la compadezco porque ahora sienta tristeza, creo que la tristeza es necesaria para aprender a valorar. La compadezco porque esta tristeza que siente es como un anclaje en el pasado y esto impide avanzar y ver más allá de su nariz. Pero bueno, puede que sea porque me veo a mi yo de hace algunos años, y recuerdo la pena. Las alegrías del después van bien recordarlas en los momentos que tienes que pasar página.
Habrá valido la pena, el dolor, la pena y el desamor, dices. Aquí has hecho darme cuenta que algunas veces a mi no me ha valido la pena para nada. Tendré que aprender a apuntar mejor 😉