
Hace algunos años, Emmanuele Carrère escribió un relato erótico para la que entonces era su pareja.
Acordó su publicación en Le Monde con mucha antelación y se fue a Rusia para rodar un documental, dejando durante meses una bomba pendiente de detonar.
Ese relato-sorpresa tenía como finalidad poner a su pareja a tono para el reencuentro en el pueblo donde pasarían las vacaciones.
Subida en el tren de las 16h, ella abriría Le Monde, encontraría el relato y seguiría las instrucciones establecidas. Un tren con más personas, según Carrère, leyendo la misma historia.
¿La reconocerían?
Jugando también con eso, pretendía exponerla, enviándola al bar del tren. Pero no del todo, puesto que en el relato pedía la complicidad de otras mujeres, también pasajeras, para que, Le Monde bajo el brazo, fueran al mismo bar. Para abultar.
Después de ese relato -con parada en los baños incluida- ella bajaría del tren con tal calentura y emoción que irían directos a la habitación del hotel.
¿Qué podía ir mal?
Según un hombre egocéntrico como Carrère, nada.
¿Qué salió mal?
TODO.
Ella no subió al tren. Ese fin de semana le estaba engañando.
Él sí subió al tren. Quería ver el ambiente de las demás mujeres, Le Monde bajo el brazo, tomando algo en ese dichoso bar.
Allí se dio cuenta que el tren de las 16h no era la mejor opción. No había pasajeras para abultar.
Pero sí se encontró a dos reporteros de Le Monde, enviados para escribir la crónica de tal derrota.
Todavía me sorprende la incapacidad de algunas personas para salir de su parcela y comprobar que el mundo sigue girando. Y que no siempre las tiene en cuenta.
La vida no es un “Show de Truman” particular.
Con motivo de esa publicación, Le Monde fue muy criticado. Puedes encontrar la historia y las críticas en Internet.
Y cómo vivió él tal derrota, lo cuenta en “Una novela rusa”.
(Reseña en el siguiente post)