El 12 de enero del 2007 The Washington Post llevó a cabo un experimento cultural. Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, tocó en el metro, en hora punta, durante 45 minutos, piezas de Bach y Shubert, haciéndose pasar por un músico callejero. Tocó con un Stradivarius construido en 1731 que costó 3,5 millones de dólares. El experimento consistía en comprobar cuantas personas se pararían para disfrutar de su música y cuanto dinero recaudaría.
De las 1.070 personas que pasaron por delante, 7 se pararon a escuchar (la mayoría menos de un minuto), 27 personas que pasaron rápido echaron algo de dinero (pocos centavos) y sólo una chica le reconoce y le felicita emocionada.
Experimentos como este te hacen pensar en la cantidad de cosas que nos estamos perdiendo por no prestar atención e ir con prisas. Joshua Bell había tocado en la Biblioteca de Whasington hacía tres días y las entradas más baratas no bajaban de los 100 dólares. ¿Como puede ser que nos regalen una obra de arte y ni la veamos?
Los que me conocen sabrán que en absoluto sigo la filosofía slow. Voy con prisas (a veces demasiada) a todos lados. Yo lo slow sólo lo sigo a la hora de comer, y me viene de nacimiento. Creo que en mi colegio deben tener mi foto con finalidad motivacional en el comedor para recordar que si superaron lo mío pueden con todo. Mi madre me dice que cuando iba a párvulos y me venía a ver a la hora de comer o estaba en el comedor o estaba con mi novio Pau durmiendo en el sofá del despacho del conserje (lenta pero lista).
El otro día (voy un poco tarde, si) descubrí el reto #100happydays y la idea me hizo gracia. Se trata de observar tu entorno, tu día a día, y darte cuenta de algo que te haga feliz cada día, y así durante 100 días. Lo que creo que destiñe un poco el reto es que lo debes compartir en tus redes sociales con el hashtag anterior. Soy cada vez menos de compartir públicamente… Si me hace feliz un pastel seguro que la foto estará en mi Instagram, pero si un día me hace feliz una visita no lo voy a publicar en twitter, voy a disfrutar de esa visita.
Pero aparte de esto, que es subjetivo y muy mío, creo que el hecho de publicarlo, por un lado incita a la comparación con los demás, que a su vez incita a la envidia (aunque lo neguemos…), que a su vez incita al estrés y a la infelicidad (y la cosa va de 100 días felices). Y por otro lado tener que publicar cada día hasta 100 también generará estrés el día que todo nos vaya al revés (que sabemos todos que de días de estos a veces tenemos a mares) y no encontremos nada para subir a la red. Pero a parte del tema de compartirlo en la red, que no me convence, creo que como dietario o como álbum privado podría funcionar.Hay quien también propone escoger cada día un color y buscarlo durante el día, para fijarnos en lo que nos rodea, como manera de ser conscientes del aquí y del ahora durante gran parte del día. Tampoco está mal.
Ayer vi a un señor nonagenario que cargaba una botella de 5 litros de algo parecido a vino malo o vinagre en la mano derecha, en la izquierda llevaba una bolsa de plástico llena de la compra y, como podía, aguantaba una preciosa rosa roja intentando llevarla lo más derecha posible. Iba a preguntarle si quería ayuda, pero luego salió mi vena romántica y pensé que es bonito sentir que vale la pena esforzarse para hacer feliz a alguien, le miré, sonreí, y como conozco al género femenino, deseé muy fuerte que su mujer valorase el gesto y no le increpase por haberse dejado cualquier cosa en el supermercado.
Esto podría ser mi día 1 de los 100. Y empezarlo en Sant Jordi no está nada mal 🙂